sábado, 27 de diciembre de 2008

Estados Unidos de América

Perdón por la tardanza, hay mucho que contar y aún así no lo escribo. Nicaragua fue espectacular. Nada se puede comparar a la experiencia de conocer directamente como se vive el socialismo del siglo XXI. Ahora sí puedo decir con propiedad que el (anti) manifiesto es totalmente cierto. Yo solía reírme de la sátira que creía reconocer en frases como "No asesinaremos al presidente, ni a los monarcas ni a los dictadores".

Caminando enfrente de la plaza central de Managua vieja, la que fue destruida por el terremoto de 1972 y nunca fue reconstruida, viendo la antigua catedral hermosamente semidestruida, me dí cuenta que cuatro enormes vallas de Daniel Ortega me miraban desde las cuatro esquinas; finalmente entendí la ironía del escrito del DR, me sentí triste, quise llorar y, por primera vez, temí del futuro cercano de mi tan amada tierra.

Regresé a El Salvador el 22 de diciembre, lo encontré igual. Es muy extraño como a pesar de que somos tantos millones viviendo en tan pequeño espacio siempre se tiene la sensación de que no pasa nada, como si el tiempo se hubiera detenido y cada persona viviera suspendida en el espacio, a lo Ulises 31.

Diciembre 23 a las 4:45 estaba abordando un avión camino a la capital del imperio, no la capital del mundo como mi amigo Luis (el que traiciona a la Pilsener por la Toña) le gusta llamar a Nueva York. El contraste con Nicaragua es devastador, sin embargo la impresión que me dejaron las personas nicaraguenses equivale a mil veces el desarrollo de esta capital. Tengo más esperanzas del 18 de enero salvadoreño.

PD: voy a tratar, prometo que trataré de escribir más seguido

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